El monte, el agua y el suelo

El monte, el agua y el suelo

El monte se instala normalmente en las cercanías del agua, ya sea superficial o subterránea.  Sin embargo, el monte no es simplemente un consumidor de agua, sino que es uno de los principales responsables de la conservación de las cuencas hídricas.

Como es sabido, los cursos de agua nacen en las zonas serranas y esa es una de las áreas en las que se desarrolla el monte.   El monte cumple allí dos funciones vitales: por un lado porque impide que el agua escurra rápidamente por las laderas, permitiendo su infiltración en el suelo.  Parte de esa agua será utilizada posteriormente por el monte, pero otra parte se infiltrará hasta la napa subterránea de agua.

Estas napas subterráneas constituyen verdaderos cursos de agua, pero que fluyen muy lentamente.   Ello hace que puedan alimentar durante todo el año a las cañadas, arroyos y ríos, lo que explica que éstos continúen fluyendo aún durante períodos de sequía.

En segundo lugar, el monte ayuda a proteger al suelo de la erosión, evitando así la sedimentación de los cursos de agua.   Debido a que lo anterior no ha sido tomado adecuadamente en cuenta, hoy nos encontramos con un monte serrano muy disminuido en extensión y sustituido por pasturas (que no pueden cumplir con esas funciones), o por plantaciones de eucaliptus (que no solo no cumplen con esa función, sino que a la vez son grandes consumidoras de agua).

Todos los demás tipos de monte también contribuyen a la conservación de las cuencas hídricas, ya sea permitiendo el abastecimiento de agua a la napa subterránea, ya sea protegiendo los márgenes de los cursos de agua o ya sea protegiendo al suelo de la erosión.   Pero también en todos estos casos, los procesos de deforestación, sumados a prácticas agrícolas y ganaderas insustentables, han llevado a la degradación de muchas cuencas hídricas del país.