El Cerro Tupambaé en la Sierra de las Ánimas (Maldonado)

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Esta nueva excursión nos permitirá apreciar otra vez, una parte del complejo nudo orográfico que la Sierra de las Ánimas presenta en esa atractiva región y en cuya zona central se sitúa nuestro objetivo principal: el Cerro TUPAMBAÉ.   Es un paisaje atrapante en el cual la PIEDRA ES EL ELEMENTO DOMINANTE, que abarca la totalidad del escenario.

Esta sierra, la de Minas y el Cerro Pan de Azúcar constituyen un elemento geográfico de primera magnitud, visible desde muchos kilómetros de distancia, incluso en días claros desde la costa montevideana, pero mas impresionante aún cuando transitamos los tramos elevados de la Ruta interbalnearia rumbo al Este a partir de los Kms. 60, y lo mismo ocurre por Ruta 8, apareciendo con espectacularidad desde antes de llegar al pueblo de Solís de Mataojo.   Eran también para los antiguos navegantes un punto de orientación.

Hasta hace algo mas de treinta años el Cerro de ánimas con sus 501 metros era considerado la mayor altura del país, luego desplazado por el Cerro Catedral al constatarse que éste tiene 513 metros.

Luego del Cerro de las Ánimas, las alturas mas importantes son alcanzadas por  el Cerro Tupambaé 470 metros; Lagunitas 460 metros; Aguiar 450 metros; Betete 451 metros; Vichadero 380 metros: Negro 370 metros; Cimarrón 340 metros.

La potente mole del Tupambaé, asociada siempre con la del Betete, es fácilmente identificable desde mucha distancia.

Al alcanzar  su cima  gozaremos del  cautivante espectáculo que ofrece este sector de la sierra –compacta agrupación de cerros, como un racimo-  que hacia el norte se  interrumpe en el  Abra de Castellanos, (límite departamental), y en dirección al Sur se debilita en el Abra del Betete, luego de habernos mostrado al Tupambaé en estrecho abrazo con las moles pétreas de los cerros Vichadero, Dos Hermanos, Cimarrón y Negro.   Durante el recorrido también iremos descubriendo profundos, abruptos y escondidos valles.

La sierra actúa también como divisoria de aguas de las vertientes que nacen en ella, desviando las del Oeste hacia la cuenca del Arroyo Solís Grande y las del Este hacia la del Arroyo Pan de Azúcar.

Esta sierra y otros relieves vecinos atestiguan una pretérita actividad magmática intensiva, demostrada por las rocas intrusivas y volcánicas constituyentes de estos cerros, consistentes en lavas diversas, basaltos, traquitas, pórfidos, riolitas, sienitas, etc. Y he hallado voluminosos bloques de jaspes en algunas zonas de contacto con rocas que pertenecen a otro evento geológico.

Una infinita variedad de estos materiales puede ser observada bajo la forma de multicolores cantos rodados, en las cercanas playas de Bella Vista, La Falda, Las Flores, etc.

La sierra de Ánimas, la de minas, los cerros de Piriápolis y el cerro Pan de Azúcar, han sido agrupados en una unidad geológica denominada “Formación Sierra de Ánimas” constituida por un enorme y prolongado macizo volcánico – hipabisal,  que se extiende en forma lineal de Norte a Sur por mas de 50 kms. estando su extremo Norte en el departamento de Lavalleja, -Abra de la Coronilla / Estación Verdún-  y el extremo Sur en la localidad de Piriápolis.   Su ancho es de pocos kilómetros pero la potencia, (su espesor en medición vertical) varía entre 5 y 10 kms.

Este gigantesco filón magmático se ha desarrollado haciendo intrusión a través de una falla de orientación Norte Sur, producida en el borde del anteriormente denominado “Ciclo Orogénico Antiguo”, en la actualidad Dominio Occidental, en un proceso independiente de aquellos que crearon los territorios que lo circundan.   (Rocas magmáticas son aquellas originadas a partir de masa fundida que asciende atravesando el Manto superior y la Corteza terrestre).

Su gestación se la ubica en el período Cámbrico, (el primero de la era Primaria o Paleozoica), durante el cual las formas de vida en nuestro planeta aún continuaban recluidas en los mares, con abundancia de vegetales pero escasos animales, entre los que se contaban los trilobites.   La antigüedad de esta Formación es de aproximadamente 520 millones de años, durante la existencia del continente Gondwana que persistió como tal hasta hace alrededor de 140 millones de años.

La formación “Sierra de Ánimas” y las regiones que la rodean  encierran  una inmensa  riqueza  en eventos geológicos  de la evolución de  nuestro  territorio –es decir del Escudo Uruguayo- que confluyen en este excepcional escenario y que estarán al alcance de nuestras manos –o mejor dicho de nuestros pies- pues se encuentran a corta distancia unos de otros.

Ese mosaico geológico se divide en:

Dominio Occidental (antes Ciclo Orogénico Antiguo), cuyas rocas son antiquísimas, con edades que se aproximan a los 2000 / 2200 millones de años, ubicado inmediatamente al Oeste de estas sierras;

Dominio Central, por el lado Este y cuyo contacto con la sierra se produce en gran parte de su extensión, por un componente de este dominio llamado “Complejo Metamórfico Lavalleja” que se evidencia cabalmente en la Cantera Burgueño (calizas) de edad 1000 / 1500millones de años.

En forma parcial la “Formación Las Ventanas”, (Brecha de Darwin) hace contactos en partes del Centro y Sur de la Sierra,  edad aproximada 600 millones de años.

Cerro Betete alineado con la Sierra de ánimas, pero visiblemente separado de los demás Cerros, no pertenece a la Formación Sierra de Ánimas”.   Constituye una especie de isla geológica y su granito podría tener algo mas de mil millones de años, o sea el doble de antigüedad que la sierra.

Con posterioridad a los eventos geológicos mencionados, existieron otros mas recientes de índole sedimentaria y depositacional, que no mencionaremos porque no son significativos dentro del paisaje que tratamos.

Tanta investigación que no se detiene es producto en gran parte por la  búsqueda de minerales de valor económico y en esta reducida región hay ejemplos desde antigua data: las sienitas del cerro Pan de Azúcar se han utilizado en la construcción de Piriápolis, en el basamento del monumento a Artigas y su mausoleo; las calizas marmóreas de Cantera Burgueño para cal y cemento portland y ornamentación del Palacio Legislativo y Banco República; las sienitas de Cantera Guazubirá, comercializadas como “granito Guazubirá, agua mineral Nativa; mas al Norte agua Salus; mármoles negros, Cantera Cerro Cueva del Tigre; ruinas de antiguo horno de cal en el Betete; etc.   Los conglomerados del Cerro de las Ventanas podrían usarse para losas ornamentales.  Sin embargo actualmente, la mayoría de las canteras con destino a rocas ornamentales están paralizadas, por pérdida de competitividad en el mercado.

 

 

Naturaleza  viva

Flora

Lamentablemente no podremos observar en el Tupambaé ni en sus vecinos la vegetación arbórea rica en especies botánicas, que otrora la cubrieran en buena parte, similar a la que afortunadamente todavía se conserva en el Cerro de las Ánimas y en ciertas quebradas de la sierra.   Manos humanas con insistentes reiteraciones, empuñando hachas o propagando fuegos le han cambiado su aspecto original.   

No obstante, en otros cerros existen aún relictos –manchones empobrecidos- de la vegetación nativa serrana compuesta de árboles y arbustos bien conocidos y diversas chircas, romerillos, varias mimosas y crotones, Ephedra, cactáceas diversas y una bromelia terrestre, la Dyckia remotiflora var. Remotiflora.   También entre ellas el “pitáporá” Mutisia coccínea, trepadora con interesantes capítulos rojizo-violáceos, pocas veces mencionada.

Puede llamar la atención la mención a las “chircas”, pero con frecuencia, al tratar nuestra flora, éstas son dejadas de lado; hablamos de monte ribereño, serrano, de parque, matorral psamófilo, palmares etc. Pero de los “chircales” nada.   Sin embargo bajo la denominación común de “chircas” existen varios géneros y muchas especies y sus agrupaciones en praderas y serranías ocupan amplias extensiones que generan ambientes particulares, intermedios entre los que son un bosque y una pradera.  Y el género “Croton” mencionado, es porque en estas sierras, muy próximas a la costa, tiene este género su “centro de diversificación”.

Al pie de algunas laderas y en abras, se pueden encontrar tramos con tupido monte –mezcla de serrano y ribereño-  donde a veces se destacan magníficos ejemplares del “tarumán con espinas”, con troncos de 40 cms de diámetro.

En apretadas quebradas, cañadones y pie de paredones se agrupan las especies mas higrófilas y mas hidrófilas, observándose las achiras de flor colorada, hepáticas, gran diversidad de helechos, orquídeas terrestres, sarandíes, mataojos, pindóes, barbas de viejo y de chivo, etc.

De estos tres ambientes, es posible inventariar en una sola recorrida y sin mucho esfuerzo, unas cincuenta especies arbóreas y arbustivas.

En cumbres y laderas despejadas de toda vegetación que no sea herbácea y gramíneas, con abundantes afloramientos de la piedra, se pueden encontrar unas singularidades botánicas, los que yo he dado en llamar “helechos rebeldes” porque contrariando las tendencias de la mayoría de sus parientes, que gustan de la sombra, éstos disfrutan en los lugares descampados y a pleno sol, por ello se les denomina “heliófilos”, (amigos del sol).

Abarcan diversos géneros y tamaños, desde los minúsculos, (pocos centímetros de altura), “Doryopteris triphylla”, “Cheilanthes micropteris”, “Polypodium lanceolatum”, otros ya mas visibles como “Polypodium lepidopteris” cubierto de vellosidad gris plateada, “Aneimia tomentosa” con vellosidad algo amarillenta, “Adiantopsis dichotoma” entre pastos bajos, “Rumohra adiantiformis” (calaguala) que también prospera a media sombra, y por último un gigante, sus frondas se desarrollan verticalmente y a veces superan los dos metros, es el “Pteridium aquilinum”, son muy escasos porque debido a su altura busca protección de los vientos; aparece entre grandes bloques de piedra, fisuras verticales y cañones muy angostos.

La diversidad de líquenes es muy importante, mayormente tapizando las rocas; algunos solo se ven en estas sierras.  Como ejemplo cito dos especies que he hallado, la Usnea furcata y la Usnea nigrescens, ambas son endémicas del lugar ya que se las encuentra únicamene en sierra de Ánimas y en Cerro Pan de Azúcar, en las cumbres, entre los 400 y 500 metros s.n.m (común.pers del Dr. H. Osorio).

 

Fauna

La variedad de mamíferos es la habitual en zonas serranas del Sur del país: zorros, zorrillos, comadrejas, hurones, ratones, gatos monteses, guazubiráes, etc.   Y los exóticos: liebres y jabalíes, aunque mas bien el  mestizo chancho-jabalí, cuya presencia advertimos inmediatamente por sus frecuentes hozadas.

De los reptiles: lagartos y lagartijas, además de gran diversidad de ofidios, entre ellos la ponzoñosa yarará.   Debajo de los bloques de piedra sueltos hallan refugio ofidios y lagartijas, así como arácnidos y cucarachas.   

Las aves son esquivas de ver en las partes altas, exceptuando a los siempre presentes cuervos (buitres).   Con todo se avistan perdices, cardenales azules, (o de la patria), calandrias, fuegueros, carpinteros de campo, águilas moras, etc.   Y ocasionalmente, en praderas de los valles la chuña o seriema.

La degradación ambiental, que mencionamos al hablar de la flora, causada por las talas y quemas periódicas, a lo cual se sumó en años recientes la expansión de plantaciones forestales con especies exóticas, trae a nuestra memoria que, en nuestro país habitan varias especies de anfibios (siete) del género MELANOPHRYNISCUS, al que pertenecen pequeñísimos sapitos, que miden entre 1,8 y 2,9 centímetros de los cuales el mas conocido es el “sapito de Darwin”, (M. montevidensis).   La mayor parte de sus especies viven en las sierras, y dos de ellos: M. orejasmirandai (1986) y M. sanmartini (1968), son exclusivos de esta zona serrana, habitando entre los 300 y 450 metros de altitud, por lo cual un mal manejo de estos cerros puede llevarlos a la extinción.

En algunos países se extraen de otras especies, sustancias químicas que luego se emplean para combatir enfermedades del hombre.  Organismos que se extinguen puede ser la pérdida irremediable de algo que pudo ser la solución para un requerimiento humano.

 

Territorio y hombres

En siglos –o mas bien milenios- pasados, algunas variedades de piedras ígneas que ofrece la sierra, (riolitas, basaltos, traquitas), recibieron la agradecida atención de primitivos grupos humanos, pertenecientes a antiguas culturas pre-cerámicas (Cerro de los Burros y otras), que encontraron en ellas la materia prima adecuada para elaborar sus artefactos: raspadores, bifases, raederas, cuchillos, etc. Estos testimonios líticos han venido siendo estudiados permitiendo configurar junto con otras áreas arqueológicas del país, algunos de los registros –probablemente- con la mayor profundidad temporal de la presencia humana en nuestro territorio, aún no totalmente dilucidadas cultural y cronológicamente.   En el caso concreto del cercano Cerro de los Burros, el investigador Ugo Meneghin ha obtenido dataciones radiocarbónicas (C-14), realizadas en laboratorios de Estados Unidos, que han arrojado para ese contexto fechas que oscilan entre 10.690 y 11.690 años antes del presente (corregidos en años calibrados dieron fechas que oscilan entre 12620 y 14020 años A. P.).

El Cerro Tupambaé no se agota con aspectos geográficos, geológicos o biológicos y en su cumbre nos exhibirá los escasos restos –ya profanados- que aún subsisten de aquellos doscientos montículos de piedras, (vichaderos) construidos por nuestros indígenas, que fueran observados en 1881 por el Prof. José H. Figueira.   Aficionados y hurgadores fueron destruyendo a través de los años, la casi totalidad de estas manifestaciones culturales vinculadas a desconocidas prácticas espirituales de dichos aborígenes.

Estos montículos o apilamientos de piedras, que también se los denomina específicamente como “cairns” ,  nunca aportaron nada a aquellos que los removieron.   No se hallaron esqueletos ni cosa alguna digna de ser considerada.   Nosotros respetémoslos,  no los alteremos.

Durante la visita que el naturalista Darwin efectuó a Maldonado en el invierno de 1833, en una ocasión ascendió a la Sierra de Ánimas y notó en diferentes lugares piedras amontonadas o montículos, que evidenciaban muchos años y su acompañante le aseguró que eran antiguas obras de los indios.   Darwin los relacionó con similares montículos de las montañas de Gales.

Además de los apilamientos de piedras, existían otras construcciones levantadas con el mismo material, formando un anillo o cerco, con aspecto de pequeño corral, con diámetro interior variable entre uno y dos metros.   Algunos de estos círculos, aún hoy pueden ser reconocidos en esas cumbres.

En otros cerros de nuestro país se han encontrado iguales construcciones.  De allí se originan nombres como “Vichadero” que ostentan varios de ellos, pues se suponía que en estos sitios prominentes los indígenas tenían sus puntos de vigilancia.   En esta sierra existen TRES cerros con el nombre “Vichadero” !   Ciertas crónicas del período español nos describen al indio, aislado en estos cerros junto a esas piedras, realizando ayuno y en actitudes de éxtasis o meditación, procurando comunicación con el Ser Supremo o con familiares difuntos.   En ocasiones, allí también se mortificaban, traspasando distintas partes del cuerpo con delgadas astillas.

También el Tupambaé, si deseamos continuar conociendo, nos hará aflorar reminiscencias de un pasado histórico, que nos vincula a tierras más cálidas, más al Norte, pero comprendidas –en parte- dentro de nuestro antiguo territorio de la Banda Oriental: las Misiones Jesuíticas de los Guaraníes y más específicamente los Siete Pueblos situados al oriente del Alto Río Uruguay.

Tupambaé” –vocablo guaraní-  se traduce en “cosa que pertenece a Dios” o en un sentido más amplio “lugar donde habita Dios” (Tupá = Dios-Ser Supremo; mbaé = perteneciente a).

En la organización socio-económica de las Reducciones Guaraníticas existían dos divisiones fundamentales referidas a la producción y a la propiedad de los bienes producidos, separando estrictamente aquellos destinados en forma genérica a atender las necesidades de toda la comunidad que constituían el “tupambaé” distinguiéndolo del “avambaé” (avá = persona / individuo; mbaé = perteneciente a) el cual comprendía la producción y los frutos obtenidos que serían utilizados en el consumo propio de cada familia o individuo.

Estos eran los basamentos de una sociedad organizada con profundo espíritu solidario y tendiente a gobernarse por sí misma, que logró tremenda expansión y desarrollo para su época, con apreciable nivel cultural y material, siendo posteriormente destruida por la envidia, la codicia y la confabulación de gobernantes y comerciantes coloniales.

En el país existen dos cerros y cinco arroyos denominados “Tupambaé”. Uno de estos cerros (y un arroyo homónimo que lo acompaña) es al que ascenderemos. El otro se encuentra al Sur del departamento de Cerro Largo, junto a un arroyo y su afluente. Otros dos arroyos están en Lavalleja.

Antiguas crónicas mencionan un “Camino de los Jesuitas” en el departamento de Durazno, cerca de la localidad de Cerro Chato, en un vértice de la Cuchilla Grande, delineado por jesuitas y guaraníes-misioneros para dirigirse a la “Vaquería del Mar”. No muy distante también sobre la Cuchilla Grande, hacia el N.E. están el cerro y los dos arroyos “Tupambaé”!

Ciertos historiadores suponen como muy probable que, quienes designan con ese nombre dichos lugares, hayan sido los vaqueros tapes, que periódicamente incursionaban en la “Vaquería del Mar” para hacer arriadas de ganado cimarrón, para poblar sus norteñas estancias. Era en ese contexto que este particular vocablo adquiría y reflejaba su real dimensión.

“Tupambaé” en este caso se traduciría con una extensión de su significado original, pasando a tener un sentido más bien logístico (refugios con bienes de la comunidad, en este caso, los ganados). Dicho nombre serviría para señalar los sitios donde los troperos de las Misiones Jesuíticas acostumbraban montar sus campamentos y efectuar escalas en sus largas recorridas, teniendo buenas pasturas y aguadas para el ganado recogido que debía dejarse descansar, pero a la vez evitando su huída, lo cual conseguían aprovechando rinconadas, aseguradas con las barreras naturales creadas por accidentes del terreno.

Finalmente, se ha hecho notar que los dos cerros Tupambaé, se ubicarían en la línea imaginaria que representaba la frontera entre las posesiones españolas y portuguesas, fijadas por el Tratado de Madrid o de Permuta, de 1750. Recordemos que la imposición del cumplimiento del citado Tratado, provocó la desangrante Guerra Guaranítica, luego de la cual muchos guaraníes-misioneros escaparon de la ocupación portuguesa y buscaron refugio en nuestro territorio.

Todos estos cerros y arroyos denominados “Tupambaé” están ubicados en el ámbito de la Cuchilla Grande ¿Será sólo una casualidad?

El final de esta historia es conocido: estando nuestro territorio bajo dominio brasilero, en 1828 Rivera conquista los pueblos de las Misiones Orientales (Banda Oriental), pero luego en los arreglos de nuestra independencia la región queda sin definir porque Brasil la reclama como propia y entonces, ese mismo año, los guaraníes-misioneros resuelven emigrar para no estar bajo el poder brasilero y en número de unos 8.000 cruzan el Cuareim y se funda Santa Rosa del Cuareim (actual Bella Unión). Abandonados por nuestros gobernantes, comienza su dispersión por toda nuestra campaña, convirtiéndose en la mano de obra calificada (eran letrados) de aquel Uruguay naciente. Nuestro primer ejército nacional los contó en gran número en sus fuerzas. Han sido un importante aporte de sangre indígena en nuestra población.

En otro aspecto, la sierra siempre representó un obstáculo para las comunicaciones terrestres, pero desde la época colonial se aprovecharon sus abras para el paso, destacándose el Camino Real que atravesaba por el abra del Betete y que a corta distancia cruzaba el arroyo Solís Grande por el llamado Paso Real (actual Ruta 9), que aún conserva en parte (pero cada vez menos) la calzada construida con losas de piedra que daban firmeza al fondo del cauce.

El tramo de este camino que pasaba por el abra del Betete, fue deshecho hace seis años. Pudo ser evitado, no provocaba perjuicios económicos, era un patrimonio histórico, cada destrucción de uno de estos sitios, son páginas del libro de nuestra memoria nacional que se pierden. Pudo ser una referencia turística junto con las ruinas del horno de cal que está a pocos metros.

Pienso que, con tantos elementos que, como hemos visto, contiene esta región, merece ser estudiada para un área protegida, con un manejo que permita un uso sustentable, conservando los valores que contiene.

 

Montevideo, 18 de julio de 2012
LUIS MORESCO
(autor de esta descripción)

Nota: Desde hace más de veinte años, cada vez que GERGU se dirige al Tupambaé me he encargado de preparar este informe.   El cuerpo temático es prácticamente el mismo, pero le he ido incorporando los avances del conocimiento perfeccionando su estructura.

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